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Esta página les mostrara el porque y para que leer, aqui descubriran todo lo que los libros les ofrecen asta lo que pueden hacer con ellos...
LEER, ¿PARA QUÉ?
A una pregunta tan sencilla como compleja
deberá corresponder una respuesta
igual: leer, para qué sí. Los múltiples
considerandos que intervienen para
que un lector en potencia se atreva a
abrir un libro, implican que haya libro,
primero, y también, por supuesto, que
haya un lector potencial.
¿Cómo llega un libro a las manos
de alguien? Prestado, comprado, robado,
por accidente, etc. El libro ya está
aquí, ya fue redactado, editado, impreso,
publicado, puesto en circulación
y a la venta; ahora, ¿a quién le corresponde
abrirlo?
Los géneros escritos y los
subgéneros son tan vastos que no alcanzaría
una obra completa para describir
solamente los títulos que se
editan por año, por país, por materia,
por idioma; sin embargo, genéricamente
a lo que me refiero es qué motivos
podrá tener alguien para abrir un libro.
Es probable que quienes se dedican
a impartir educación preescolar, en un
momento dado abran un libro a fin de
enseñar la lección a los infantes; sin
embargo, en esta misma escena, un
profesor de primaria probablemente iniciara
el día diciendo: “a ver, niños, abran
su libro en la página tal”: un maestro de
secundaria solamente informará que los
datos que requieren se encuentran en
su libro de física, química, ciencias sociales,
español, idioma extranjero, etc.
En bachillerato, el profesor dará algunas
referencias bibliograficas y el alumno
buscará y probablemente encontrará
alguna de ellas.
Hasta aquí parece que no hay ningún
problema, todo está ordenado;
pero al llegar a la etapa profesional, los
contadores estarán leyendo de contaduría;
los abogados, los códigos y
leyes; los médicos, los avances en medicina,
anatomía; los psicólogos en lo
propio y así sucesivamente.
Es decir, aquí ya la lectura es especializada
y en consecuencia se va adE
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quiriendo un lenguaje también especializado,
alejándose de los demás lenguajes;
aquí la lectura es una limitante.
Al iniciar la instrucción formal, el lenguaje
era más o menos el mismo, mas
al llegar a la profesionalización, el lenguaje
actúa como limitante, se especializa
a grado tal que hace incomprensible
la lectura de un texto a personas no
especializadas.
Hasta aquí parecería resuelto el problema,
bueno uno lee de acuerdo con
la ocupación o profesión. Pero, ¿quién
va a leer a los poetas?, ¿quién va a leer
la poesía, la novela, los libros de superación
personal, los cuentos?, ¿quién
va a leer los miles y miles de textos
publicados que no necesariamente corresponden
a los géneros formativos
profesionales?
El factor económico seguramente
también actúa como condicionante, y
digo también porque la práctica de la
lectura corresponde a factores culturales,
pero también influye el factor
económico; no necesariamente a los
estratos más bajos les corresponderá
un menor número de libros, aunque
seguramente a medida que se va avanzando
en formación se va teniendo
acceso a un mayor número de libros.
Así, a los que solamente terminaron
la primaria les habrá correspondido tener
en sus manos un número menor
de libros que a un profesional, tomando
como única variable la formación
profesional, llegado el caso, y el gusto
por la lectura, como una excepción.
Encontraremos no profesionales
cuyo gusto por la lectura les haya hecho
leer un número mayor de libros
que los que alguien con título hubiera
leído y, como señalo, el factor económico
es importante, pues contar con
un acervo personal de libros implica
tener satisfechas aunque sea medianamente
las necesidades básicas, implica
también un gusto por la lectura
y un conocimiento acerca de los beneficios
reales o supuestos que da ser o
no ser lector.
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Consideremos el capital cultural de
una persona, por ejemplo; será estimada
como medianamente culta o más
culta si ha leído un mayor número de
libros que otra que dedicándose a la
misma actividad ha leído un número
menor o simplemente no ha leído ninguno.
Pongamos el caso de un profesor
de bachillerato que imparte cierta
asignatura, por su trabajo tendrá necesidad
de leer algún texto, pero tiene
la opción de seguir buscando más información.
Hay profesores de bachillerato
que siguen usando el mismo texto
desde hace veinte años, con el pretexto
de que ese texto es el idóneo, sin
que siquiera se hayan dado cuenta de
que está caduco o que simplemente
las teorías expuestas ya fueron superadas.
Hay quienes no solamente leen
lo correspondiente a su asignatura,
sino que leen el periódico, revistas, libros
recién editados, consultan internet
y los menos que se dedican a elaborar
su propios cuadernos de trabajo, libros
o hacen compilaciones que les sirven
de consulta y guía en el aula.
Hasta aquí, los factores culturales,
profesionales y económicos pareciera
que son los que más influyen a la hora
de abrir un libro, pero el número de
libros que no representan una utilidad
práctica es grande como para poder
ignorarlos.
El libro despierta la imaginación.
Leer a Miguel de Cervantes con Don
Quijote de la Mancha o a Julio Verne
en cualquiera de sus obras, es meterse
en los insospechados mundos de
otras épocas, de otras personalidades,
de otras culturas; es por medio de estos
libros como los lectores tienen
acercamientos culturales con otras
sociedades, tan lejanas en el tiempo y
también geográficamente.
Uno se acerca a través de las novelas
a países que existen solamente
en la imaginación del autor y afortunadamente
hay muchos de ellos:
Saramago, Goytisolo, Paz, Fuentes,
Cohelo, Borges, Hesse, García Márquez,
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Gaarder, Yáñez, Rulfo, Nèlida, Mastreta,
Poniatowska, Rushdie, Dostoievski
y mil más que con sus obras nos trasladan
a lugares insospechados; o, ¿acaso
somos nosotros los lectores los que
nos transportamos hasta donde queremos?
Los lectores tenemos esa capacidad
de interpretación, seguramente,
lectores distintos, leyendo las mismas
obras y los mismos autores, tendrán
opiniones diferentes respecto al autor
y respecto a su obra. Esto es parte de
la riqueza que podemos encontrar en
un texto hasta el punto de decir: “ya
estuvo bueno, ya estoy listo para empezar
a escribir mis propias obras”. Uno
no sabe cuándo va a dejar de ser solamente
lector espectador, para convertirse
en lector escritor; uno no sabe
cuándo las preguntas se convertirán en
respuestas para uno mismo y para los
demás; uno no sabe qué tanto puede
influir en una persona una lectura determinada.
Si hablamos de la necesidad de la
lectura, podríamos preguntarnos cuántos
libros deberá leer un sujeto para
que se considere lector. ¿Cuántos libros
necesita leer un barrendero, jardinero,
obrero, albañil, ama de casa,
paria, chofer? ¿Por qué uno decide leer
un texto y no otro? ¿Por qué alguien
puede conmoverse hasta las lágrimas
con la lectura de un texto y con otros
más permanecer indiferente? Los libros
proporcionan el placer de la lectura y
la lectura, el placer del encuentro y del
desencuentro, no tanto con el autor,
sino consigo mismo; permite confrontar
a uno con sus propias ideas y situaciones,
permite pensar diferente,
pero también permite reafirmar lo que
ya uno conoce. Permite pensar activamente
y contribuir a la formación del
sujeto que desea uno ser. En un proceso
envolvente y acaso involuntario,
el sujeto se recrea a sí mismo, se construye,
se deconstruye y luego se reconstruye
a través de la lectura, de una
manera más o menos consciente y
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voluntaria. En este sentido la lectura
es permisiva, no obliga, no condiciona,
simplemente ofrece una visión de
un mundo que puede compartirse o
no, con el que puede uno estar de
acuerdo o no y del que puede apropiarse
culturalmente de las ideas ahí
expresadas, enriqueciendo el acervo
cultural personal, convirtiéndose sin
querer en un sujeto con mayor influencia
social en el ambiente que sea.
Un buen lector será siempre punto
de referencia acerca de tal o cual teoría,
de tal o cual problema social y sus
puntos de vista tendrán un grado de
asertividad que siempre será un placer
platicar con ellos; conocer los puntos
de vista más comunes y las respuestas
más sencillas y asomarse a las complejidades
de respuestas poco ortodoxas,
que casi siempre van a ir acompañadas
de los buenos lectores es parte de lo
que podemos conseguir leyendo, por
eso a la pregunta “¿por qué leer?” Bueno,
la respuesta es “porque sí”.
RITA FERRO
UNA MUJER NO LLORA
Alba Editorial, Barcelona, 2001,
pp. 94-99. Traducción de Regina
Rodríguez Vera. Reproducción autorizada
por la editorial.
Yo renacía en los brazos de Vasco, pensando
que el sexo era una prueba irrefutable
del genio de Dios. Podía vivirse
con la misma expectativa de éxito o
de fracaso, sin privilegios de educación,
inteligencia, belleza, cuna o saldo bancario.
Pero necesitaba no malgastarlo
porque el sexo era, de hecho, una dádiva.
Una dádiva por la fuerza que tenía
para derribar fronteras y clases, por su
autonomía, ya que no hacían falta
maestros, por la virtualidad que contenía
para semejarse al amor.
—Ésta ha sido la única perversión
de Dios —aseguraba Mafalda—. La única:
esconder el amor dentro del sexo.
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